lunes, 27 de abril de 2009

GRUPO SUR. Documento 6


Politizar la crisis

Grupo Sur

El mundo capitalista globalizado está frente a una gigantesca prueba: como un castillo de naipes, caen día a día las ideas-fuerza con que pretendió erigirse triunfante y sin rival en las últimas décadas. Ahora, van haciéndose evidentes sus falacias y sus límites.
1. La crisis económica, que aún está en sus inicios, muestra ya las graves dimensiones y la profundidad del desastre. Se trata de una crisis sistémica que trasciende con mucho los aspectos financieros; que alcanza a la base productiva y afecta todas las actividades económicas. Está en cuestión la lógica misma del capitalismo que, en su vorágine, ha generado una crisis energética, agro-alimentaria, del agua; que incide en el cambio climático y que pone en riesgo las condiciones de la vida en el planeta.
2. No se trata sólo del fracaso del neoliberalismo, que con sus agresivas medidas de desregulación y privatización lejos de haber evitado la crisis, la han precipitado. Si vamos a la raíz del problema, en estos momentos queda al desnudo la condición esencial de este régimen que se sustenta en la lógica implacable de obtención de ganancia máxima a partir de la explotación del trabajo humano y de la depredación y despojo de los recursos para la vida. En forma directa, lo que ha estado en juego estas cuatro últimas décadas es la estrategia decidida por el capital para lograr la recuperación del nivel de ganancia, que es su esencial interés.
3. Después de que, en los años setenta, la caída de las ganancias provocó la crisis de aquellos años, se impulsaron profundas transformaciones productivas, financieras y comerciales, que afectaron hondamente las condiciones de la fuerza de trabajo y el papel del Estado. La regresión que han sufrido las conquistas sociales, unida a la desregulación y privatización, configuraron una estrategia que permitió que bajo el dominio del dólar campeara la llamada financiarización, en la que todo (incluidas las pensiones, los recursos naturales, los conocimientos) entró en la lógica del mercado bursátil y se obtuvieron grandes ganancias producto de la compra-venta de deudas.
4. La faceta más frágil y corrupta, la dinámica financiera, en la que exorbitantes cantidades de dinero han bailado por años una siniestra danza, llevando recursos de los países pobres (o de las impúdicamente llamadas “economías emergentes”), hacia las grandes sedes del capital, particularmente Estados Unidos, permitió un aumento extraordinario de los créditos y la liquidez de la economía, ofreciendo títulos financieros de alta rentabilidad sin sustento productivo y generando un irracional esquema de consumo sin freno. Esto ha desembocado en un imparable quiebre de grandes bancos y aseguradoras, además de propiciar fabulosos fraudes.
5. Aspecto sustancial de esa estrategia “globalizadora” es que el considerable aumento de la productividad fue acompañado, por un lado, de un descenso relativo del salario y una progresiva desigualdad de ingresos y, por otro, del otorgamiento del crédito sin limite. Sin embargo, esta abundancia de capital crediticio estimuló no solamente el consumo sino también la inversión productiva y financiera. Al estallar la crisis crediticia se evidenció, inicialmente, el sobreendeudamiento de las familias y, en su desarrollo, una cada vez más clara crisis de sobreproducción. Así, los “paros técnicos” y el cierre de empresas han comenzado ya a ocurrir en cascada con su cauda de desempleo y miseria.
6. Esta crisis es mundial como ninguna otra. Pero esto de ninguna manera significa que México sea víctima inocente de un fenómeno externo. A lo largo de la historia contemporánea, aquí la clase dominante ha sometido al país, como resultado de sus propios intereses, a una persistente supeditación económica respecto a Estados Unidos. Paradójicamente, la dependencia se ha acrecentado cuando, en cambio, ha empezado a emerger en América Latina un polo solidario que busca desprender a la región de esta subordinación histórica. Frente a esto, gobernantes y empresarios mexicanos no sólo han dado la espalda a la integración latinoamericana, sino que concientemente han hipotecado nuestra suerte con la del país imperial. Sumado a un conjunto de políticas antipopulares e ineptitudes sin fin, se configura el aspecto interno de la crisis que hoy vivimos, de la que no pueden deslindarse los sucesivos gobernantes y los clanes económicos que han dominado el país.
7. Desde el primer momento de la crisis, un sector poderoso de las finanzas y las empresas se ha movilizado para obligar a los Estados a intervenir para poner a salvo sus intereses. Enormes recursos públicos se han destinado ya en un intento de parar la quiebra del sistema bancario y de las emblemáticas empresas capitalistas. En México, el sistema financiero en poder de la banca internacional y el sistema productivo exportador controlado por las empresas trasnacionales, han presionado igualmente y obtenido que la banca central inyecte decenas de miles de millones de dólares de las reservas, lo que no ha restablecido el crédito ni detenido la devaluación, pero si ha alentado la especulación de la divisa.
8. ¿Cuántos recursos más se requerirán? ¿Quién debe aportarlos? ¿Quién decide en qué deben utilizarse? En otras palabras: ¿sobre quién debe recaer la crisis?
9. Como siempre, los que nos han llevado al borde del abismo ya han tomado la decisión de que la crisis debe ser pagada por las grandes mayorías, mientras los pequeños grupos de intereses protegen sus empresas y fortunas. Y para ello piensan usar la palanca del Estado que, antes, execraban y apartaban de sus responsabilidades colectivas. Pero la crisis no es un mero episodio desafortunado ni una catástrofe natural que hay que asumir con fatalismo, lamentando el destino adverso. Los responsables de la implementación del neoliberalismo en México tienen nombres y apellidos y conforman un bloque de poder compuesto por intereses económicos y políticos precisos: priístas, panistas, empresarios, banqueros, rentistas y especuladores. Ellos son los responsables de nuestra crisis y ellos deben pagarla.
10. Pagar la crisis no significa tapar los hoyos del sistema financiero, salvar a los bancos, los banqueros y sus prósperos acreedores empresariales; significa denunciar y desmantelar los acuerdos mafiosos que alimentan la circulación del dinero en México y, en general, las políticas públicas en favor de pocos. Pagar la crisis no significa instrumentar intervenciones estatales paliativas ni solamente eliminar los escandalosos privilegios en la administración pública, y mucho menos endeudarnos aun más como se pretende con el nuevo préstamo solicitado al FMI, sino modificar substancialmente el papel del Estado, proteger la planta productiva y el empleo, reorientar radicalmente el gasto público, reformar progresivamente el sistema fiscal no sólo como medida de justicia sino como palanca fundamental para el desarrollo social. Es hora de someter a la banca a gestión pública, bajo control social y democrático, que permita abrir y transparentar realmente las cuentas; salvar a las víctimas de posibles estafas financieras; poner el crédito al servicio de las prioridades sociales y productivas. Es imperativo el control y reorientación de la Banca Central y de los movimientos del capital financiero.
11. Enfrentar la crisis, por tanto, no es cuestión de tecnócratas “doctos” en cuestiones económicas o financieras, ni de políticos aviesos. Es asunto vital de quienes se verán realmente afectados: trabajadores de la ciudad y el campo así como empleados de todos los servicios, que ven día a día en peligro sus fuentes de trabajo y nivel de ingreso; mujeres que viven una acrecentada discriminación por razones de género; niños y jóvenes que ven reducidas aún más sus condiciones y posibilidades de estudio y esparcimiento, migrantes, campesinos e indígenas, cuyas condiciones ya inhumanas de miseria se reproducen y agravan. Hay que comenzar por establecer un verdadero “blindaje social” para proteger a los trabajadores de la crisis, pugnando por la formación de un fondo para el empleo y los salarios, también a partir de una gestión y un control social.
12. Politizar la crisis significa reconocer su carácter político, buscar su origen en la toma de decisiones de los gobernantes, las cuales se realizaron a partir de la desigual distribución del poder, concentrado en manos de minorías que, bajo el lema de “liberalización” a ultranza, han privatizado, saqueado y despojado la riqueza pública producida colectivamente por los mexicanos; han utilizado el gobierno para desmantelar el Estado y liquidar el pacto social sancionado en la Constitución surgida del alzamiento revolucionario; han sistemáticamente atentado en contra de las redes populares, solidarias y comunitarias, subvertido sus valores; han reprimido y criminalizado a los movimientos populares cuando levantaron legítimas protestas y manipulado elecciones cuando los agravios se transformaron en rechazo y en la búsqueda de alternativas políticas.
13. Politizar la crisis quiere decir identificar los campos en conflicto, trazar una línea de separación entre los intereses de unos cuantos y los de la mayoría para exigir que los oligarcas paguen los daños y que dejen de imponer su exclusivo beneficio –el patrimonialismo que los hace actuar como dueños del país- presentándolo como bien común. Politizar la crisis es actuar organizadamente para cambiar el rumbo dejando atrás el cálculo egoísta, la inmensa desigualdad y la competencia de todos contra todos. En suma, politizar la crisis es construir una fuerza popular capaz de desarrollar una alternativa, un proyecto social solidario que vea por la mayoría, respete la naturaleza y en igualdad de condiciones construya espacios colectivos y comunitarios sobre los cuales refundar la sociedad.
Las soluciones a la actual crisis no vendrán de las camarillas económicas y políticas que la incubaron ni de sus cómplices en los aparatos gubernamentales. La reciente “cumbre” del G-20, en Londres, demuestra que en lugar de adoptar medidas para atacar las causas profundas del descalabro, se trata de seguir la misma ruta: salvar el modelo, inyectando enormes recursos públicos para el rescate del gran dinero, sin que nada apunte a combatir de raíz las prácticas depredadoras del capital, la desigualdad social y los graves problemas ecológicos, entre otros males.
Decíamos, en ocasión del fraude electoral de 2006, que valía la pena resistir. Hoy, tenemos que ir más allá, tenemos que tomar la iniciativa: vale la pena politizar y radicalizar la resistencia para superar el régimen oligárquico que nos hundió en la crisis y quiere perpetuarse haciéndonos pagar los costos. Es necesario propiciar, fomentar y participar en diversas formas de resistencia popular; de defensa de los desempleados, los deudores, los migrantes. Al mismo tiempo, es urgente pensar colectivamente en políticas alternativas, en nuevos principios económicos basados en la socialización y la participación democrática de los trabajadores. Es el momento de superar el corporativismo venal; de unir esfuerzos y organizarnos en nuestros lugares de vivienda y trabajo para detener el enorme desfalco que este gobierno y voraces empresarios están haciendo de los recursos de la nación y defender con energía las condiciones de vida del pueblo trabajador. Se prepara un nuevo asalto contra nuestro presente y nuestro futuro. ¡No debemos dejarnos!

27 de abril de 2009.

El Grupo Sur: Guillermo Almeyra, Cristina Barros, Armando Bartra, Marco Buenrostro, Elvira Concheiro, Héctor Díaz-Polanco, Javier Flores, Víctor Flores Olea, Gerardo de la Fuente, Rosa Elena Gaspar de Alba, Arturo Huerta, Epigmenio Ibarra, Massimo Modonesi, Pedro Miguel, Lucio Oliver, Carlos Payán, Consuelo Sánchez, John Saxe-Fernández, Gabriel Vargas Lozano, Mario J. Zepeda y Sergio Zermeño.

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